El objetivo principal de…

No…

Este texto se trata sobre…

No…

Le propongo con la presente…

Tampoco…

Cómo he de empezar si estoy vacío, si acabo de perder la frágil razón de vivir.

Esa tasa de té se enfría lentamente al ritmo de los caracoles voladores en un complejo deportivo.

Sufrir la pérdida de alguien querido, tiene sus tiempos. El primero es tan suave como doloroso. Nada se agita a tu alrededor, solo se oscurece y algo te oprime el pecho. Y pueda ser que los recuerdos te acompañen por un tiempo, sin embargo, eso dura poco, la mayor parte de tu tiempo la pasas solo, hasta de pensamientos, ellos también te abandonan.

Y aunque el mundo espere que algo empiece… no puedo. No puedo mirar hacia delante.

El segundo tiempo después de la pérdida, comienza algunos días después. Ayer al levantarme muchas impresiones se agitaron dentro de mí. Eran como vientos fuertes levantando olas, y allí yo era la barca en medio de un mar conmovido por emociones fuertes. Cada recuerdo levantaba una ola gigantesca que producía vértigo y mi abdomen se contraía esperando el vacío.

Así, en medio de ese mundo nublado de emociones, en medio de ese mareo y en la duda misma de no saber cómo empezar este borrador, me vino una historia.

Él venía en la galera de vencedores, lo traían como objeto de exhibición de aquella victoria en tierras lejanas. Aunque viajaba en la parte inferior con los remeros, él no remaba. Su tez oscura, los ojos grandes, expresivos, su contextura musculosa, y su postura arrogante y erecta no describía al personaje que representaba, al derrotado, al prisionero. Junto a las cadenas que sujetaban sus muñecas y sus tobillos, un balde de madera con agua se agitaba con el vaivén de la galera. Ese vaivén le llamó la atención, concentrándose en él se alejó de su realidad para entrar en un bosque de oscura tristeza matizado con vivos recuerdos. Con la hoja volteada y la rama quebrada el bosque cuenta historias – recordó. Los tonos de las aves visualizan en su mente sino era el reposo, podría ser el peligro. El viento y las nubes advierten la tormenta, auguran al sol o anuncia a la lluvia. El rio conversa y levanta su voz anunciando los tiempos de siembra y acallaba al tiempo de la recolecta. Su padre le revelaba el misterio de la conservación, el uso del bordón…. “Y no te atrevas a matar que no es tu tarea, pero sí, nadie ha de maltratar tu alma, ni a tu mujer, ni a tus hijos ni a tus tierras, recuérdalo, en ese orden. El alma es lo más importante, en él se guarda al amor…”. Su padre era el más viejo de la aldea y el más sabio de todas las aldeas… “Ser líder es estar en el frente, hijo, toma en tu mano derecha al comando, el arte de dar órdenes sin vacilar. Y en tu mano izquierda no te olvides del ejemplo, sé lo que quieres que ellos sean…”.  

De pronto en un brusco movimiento el agua sobrepasa el balde para voltearse y derramarse sobre la madera del piso. Los gritos afuera llaman su atención, escucha los pasos apresurados corriendo sobre él, la galera se inclina de forma exagerada hacia uno de los lados, él se sujeta, era como un mundo que se zarandea y violentamente se endereza, regresando a su posición.

La noche se adentra sigilosamente, con violencia la oscuridad se había ya apoderado de los corazones de los que habían vencido. La carga se arroja con frenesí al mar, las cosas van perdiendo su valor y lo que fue antes algo, ahora ya no tiene precio. Entre las sombras se descubre al desánimo y no en pocos se impregna la resignación a un final sin gloria.

A la espera de la próxima pisada del destino; quietos, extenuados y abatidos. En el silencio traído de un cadalso, reposan tensos; unos empuñan algún objeto entre manos y los valientes se aferran a sus recuerdos y a la vida.

En la lentitud de los momentos violentos, la barca se desintegra al impacto de la caída rauda que causan las inmensas olas en medio de la tormenta. Ya no se capta el ruido ni el tiempo, solo se percibe lo que los ojos pueden captar, trozos de madera, la fuerza del agua, rostros en pánico. Todo se mezcla como en un impetuoso y silencioso remolino sin centro.

El prisionero se hunde junto con los grandes fragmentos de galera y las cadenas que lo atan a pies y a manos. En su desesperación aprieta su mandíbula, en su cuello se forman tensas líneas y sus brazos se tornan en colosos y en esa quietud tensa y asfixiante que empuja hacia arriba espera lograr su libertad. La oscuridad se torna absoluta y sus ojos se inflaman suplicando que el destino lo deje con vida. Su fuerza se va, nada cambia y siente como la vida se desahucia.

Como en un segundo fuera del tiempo, aparece una silueta tan grande y musculosa como él que lo arroja a la superficie, sobre las rocas lejos de aquel lugar.

Horas después, regreso al consciente, el dolor era inmenso, pero mucho mayor es la alegría de sentirse aún en su cuerpo. Sobre la roca se irguió y miró a la mar, a su espalda las palmeras saludaban al viento y el sol calentaba su rutina.

El sobrevivir no es un arte, es un lapso cuando la fuerza del destino te permite seguir viviendo. Es la acción de persona o espíritu presente en el corto instante de tu final para aplazarlo. No importa como lo nombres, él estará allí, si lo llamas.

El motivo de la presente… es comunicarles que no importa lo difícil del momento, la esperanza sigue viva en nosotros.   

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